Todos los que de alguna u otra manera nos vemos involucrados al sector fotovoltaico, celebramos cada vez que un país da un paso más en el fomento y uso de sistemas solares y por esto se recibió con alegría los esfuerzos de España por impulsar nuevamente el sector que tan afectado había quedado desde el 2008.
La necesidad de cumplir los compromisos adoptados en materia de eficiencia energética y uso de energías renovables con la Unión Europea (el famoso 20, 20, 20) ha hecho que el Gobierno pusiera fin al “impuesto al sol” en autoconsumo y además sacara a licitación la ejecución de más de 4 GWp.
Este cambio de paradigma ha propiciado de manera muy positiva que los inversores recobren la confianza en el mercado y se ha visto claramente reflejado en un creciente número de acuerdos corporativos de compra de energía (PPA) y plantas comerciales, un modelo de negocio en el que el mercado Spot queda al margen. Tal es así, que los cambios en las políticas han ayudado a llevar a España a la cima del ranking europeo de instalaciones solares en 2019.
El organismo industrial SolarPowerEurope espera que el país termine el año con más de 4 gigavatios instalados, frente a los 288 megavatios en 2018, adelantando por tanto a Alemania, país considerado como abanderado de la fotovoltaica en Europa.
Un artículo publicado por GreenTechMedia citaba al presidente del CNMC (Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia), José María Marín Quemada, quien a su vez había comunicado a UNEF (UNEF) que para el mes de junio del 2019 el regulador español de energía había recibido solicitudes de conexión a la red por 196 gigavatios de capacidad, lo equivaldría a una media de 15 gigavatios al mes.
Dicho esto, así no suena nada mal, pero si se observa que el pico de demanda máximo de potencia en España ronda alrededor de los 45 GW, y que el Plan Nacional de Energía y Clima del país permite 55 gigavatios de desarrollo de energía renovable hasta 2030, se llega a la conclusión de que esta última potencia se alcanzaría con cuatro meses de concesiones para aplicaciones solares (a ritmo actual).
Con estas cifras macro encima de la mesa, queda contrastada la existencia de un nuevo boom, pero que corre el riesgo de convertirse en una nueva burbuja. Y es que todavía está muy presente la primera burbuja solar de España, que comenzó con una tarifa demasiado generosa en 2007 y terminó en la bancarrota del país en 2010, lo que llevó a recortes retroactivos que paralizaron la industria de las energías renovables durante casi una década.
Aunque es verdad que muchas de las solicitudes de concesión de los 196 GW no han seguido adelante, es manifiesto el interés en el desarrollo de parques. Por el momento el riesgo está controlado y la burbuja se mantiene, sin embargo, para evitar situaciones que lleven nuevamente al sector al desastre, el regulador de energía de España se está moviendo para endurecer las reglas de conexión a la red de los sistemas fotovoltaicos de generación.
Es obvio que España se está recuperando de la década de sequía solar y que tiene una nueva oportunidad de llevar a cabo un crecimiento sostenible del mercado. La pregunta es si el regulador podrá sostener las riendas de la diligencia.
Commentaires